Érase una anjana que tenía un estante de libros como cabecero de cama. Ese
cabecero era especial por los
libros que en él había y los secretos que ellos guardaban.
El momento que más disfrutaba era cuando se paraba a escoger alguna lectura de entre todas aquellas que tenía en su cabecero, alguna que le
proporcionara la distracción que necesitaba para el día cansado o aburrido que había tenido, o que velara por sus sueños y la trasladase a
mundos infinitos y volver a ser niña, volar o refugiarse en su hogar, antes de quedar apaciblemente arropada por las mantas de la
noche.
De entre todas las lecturas había un libro muy antiguo, de hojas
envejecidas y harto manoseadas, con las tapas de piel marrón chocolate. Era de
entre todos los libros, su favorito. Parecía el mismo libro pero siempre era un
libro distinto. A veces la tinta era de color verde, en otras ocasiones, morada.
Algunos días contaba cuentos sobre princesas, dragones y príncipes que la rescataban, otros, en cambio, tenía suculentas recetas sobre riquísimos pasteles
de fresas con nata. En una ocasión, el libro estaba en blanco, no había ni una
sola letra escrita en ninguna página. Pareciera que el libro tuviese vida
propia y según su humor, así se reescribía. Si estaba alegre, podías leer
historias divertidas. Si tenía un mal día, llorabas con lo que leías.
Ese día lo había pasado muy bien. Por la mañana, desayunó
tostadas de mermelada que había hecho ella misma, después fue al mercado del
barrio donde se encontró con su amiga Lucía y estuvieron hablando un buen rato.
Llegó a su casa donde preparó unas patatas con verduras que estaban muy ricas,
por la tarde fue a dar un paseo por la playa para tomar el aire. Cuando llegó a
su casa, cogió su libro preferido y se puso a leer. El libro ponía lo mismo que
había hecho ella en todo el día, se quedó muy sorprendida porque nunca, el
libro, le había contado nada parecido.
Desde ese día la anjana decidió llamar al libro “El libro
mágico”.
Al día siguiente el libro mágico no cambió,
sus palabras eran las mismas que el día anterior. A la anjana le resultó extraño ya que siempre cambiaba sus historias. Tras días de pensar llegó a una conclusión
¡El libro estaba roto! Tenia que buscar la manera de que volviera a cobrar
vida.
También su aspecto había cambiado ya no era antiguo ni de hojas
envejecidas, con las tapas de piel marrón chocolate, sino un libro normal y
corriente de esos que tienes en la estantería muerto de risa porque ya no los
lees ni los leerás. (Laura González)
Y
así hizo, dejó el libro en la estantería y dijo que no lo leería
jamás. Miró todos los libros que tenía para leer otro. Escogió un
libro, lo quiso leer, pero su amiga Lucía la llamó para salir a la
calle. Ella guardó el libro en su sitio y salió fuera.
Cuando
volvió era tarde, subió a su cuarto, se hizo la cama y miró
“El libro mágico”. Vio que se cambió de
color y tenía un aspecto horroroso. Lo cogió y lo abrió por la
primera página, en ella estaba escrito una historia llamada “El
rey de las tinieblas” pasó las primeras páginas en las
que aparecían imágenes de un rey que a todo aquel que no
respectara sus normas los torturaba hasta la muerte. Después, aparecía un hombre que murió y en ese preciso
momento del libro salían gritos, como si la mujer del hombre fallecido llorara por él.
De repente empezó a salir del libro una luz muy densa y una corriente que
aspiró a la anjana dentro. En ese mismo momento el libro
se cerró y se quedó encima de la cama. (Sebi Pavel)
La anjana se
asustó, ella seguía escuchando los llantos de la mujer. Empezó a acercarse a ella y vio que había un hombre en el suelo, le
preguntó qué le había pasado pero ella no
paraba de llorar.
Poco a poco, la
mujer empezó a tranquilizarse y pudo contarle lo sucedido. Ella pasaba por la
plaza cuando vio que dos hombres armados llevaban arrastrando a su marido que iba sin sentido, gritó su nombre pero él no respondió, por lo que corrió a su lado llorando. Los hombres la empujaron y cayó al suelo, en ese momento se dio cuenta de la sangre que brotaba de la frente de su marido. Estaba muerto. (Emma Melián)
La
mujer seguía llorando, así que la anjana quiso tranquilizarla. Pasado un tiempo lo consiguió. La anjana le contó que un libro la
aspiró y que todo esto era un cuento. La mujer la tomó por una
loca, pero ella insistía y le explicó más cosas hasta que la mujer
cedió, pero no seguía muy convencida.
La
mujer le llevó a su casa, y cuando entraron tomaron un café en el
salón, ella seguía triste por lo de su marido, no se lo podía
creer aún, pero intentaba aparentar que ya estaba bien. Cuando se
tomaron el café, le enseñó su cuarto, y al entrar, la anjana se
quedó sorprendida, ¡el cuarto era una réplica del suyo! (Hugo Araujo)
Pensó que si estaba dentro de un cuento, la manera de salir sería con "El libro mágico" y que tal vez ella tuviera uno en su cuarto. Pero cuando fue a coger el libro, no estaba en el
cabecero, y se suponía que era donde debería estar.
Le pidió ayuda a la mujer. Llegaron a un acuerdo. Si ella la ayudaba a salir, la anjana cambiaría el final de la historia para que su
marido no muriera en el cuento.
Buscaron el libro por toda la casa, pero no había rastro de él. La mujer pensó que tal vez estuviese en
la biblioteca. Fueron allí y lo que encontraron fue uno parecido que
daba pistas para poder salir de una historia o un mundo paralelo. Las dos lo
leyeron detenidamente y descubrieron que necesitarían una llave. (Myriam Hagen)
Así que decidieron salir a buscar la llave. Al primer sitio que fueron fue al parque, al que solía ir la anjana con su amiga Lucía, pero allí no había nada, después se dirigieron a la heladería, tampoco había nada, fueron al herrero, al zapatero, al repartidor de cartas, a todos sitios y nada, preguntaron a todos con los que se encontraron, y seguían sin encontrarla. ¡Era ya desesperante!
Cansadas, agotadas y tristes volvían a casa cuando en la misma acera de la casa de la mujer vieron algo que brillaba en el suelo. La anjana se acercó con curiosidad y resultó que ¡era la llave! Entraron a casa corriendo, emocionadas, subiendo los escalones de dos en dos, pero cuando entraron en la habitación, el libro no estaba. (Andrea Pérez)
La mujer estaba
frustrada, no compredia por qué ya no estaba, pero la anjana que era
una mujer bella, muy pálida, de pelo rizado y rubio, ojos verde claro y, sobre todo, una persona muy tranquila, intentó calmar a la mujer.
En ese momento escucharon
la puerta sonar. Se trataba de Laura, una amiga de aquella mujer. Se sentaron en el salón y le contaron lo sucedido. A la anjana le resultaba familiar el rostro de Laura, estuvo durante un buen rato intentando recordar de qué la conocía, hasta que cayó en la cuenta, era la misma mujer que le vendió el
libro en su mundo... (Miguel Ángel Rodrigo)
Laura que lo sabía todo no quería
decirle nada a ninguna de las dos, pero la anjana insitió:
-Laura, yo a ti te conozco, tú fuiste
quien me vendió el libro.
Y la mujer se quedó muy sorprendida,
ya que su amiga Laura no le había contado nada sobre lo ocurrido
antes. Así que Laura respondió:
La anjana sintió una alegría que le recorrió todo el cuerpo, por fin podía saber lo que pasaba y por fin podría volver a casa. La anjana inmediatamente le preguntó a Laura.
- ¿Cómo? ¿Cómo puedo recuperar el libro?
- Tranquila, yo te lo explicaré todo con detenimiento. Pero aquí no puedo siento que nos observan.
La anjana asustada le dijo:
- ¿Quién nos observa? ¿Por qué lo hace?
- Ven esta noche a mi casa, está en la plaza del pueblo. Paula te guiará.
Y en ese momento Laura se levantó y se fue. Cuando llegó la noche Paula y la anjana salieron en dirección a la casa de Laura. Durante el camino Paula le preguntó a la anjana:
- ¿Cómo? ¿Cómo puedo recuperar el libro?
- Tranquila, yo te lo explicaré todo con detenimiento. Pero aquí no puedo siento que nos observan.
La anjana asustada le dijo:
- ¿Quién nos observa? ¿Por qué lo hace?
- Ven esta noche a mi casa, está en la plaza del pueblo. Paula te guiará.
Y en ese momento Laura se levantó y se fue. Cuando llegó la noche Paula y la anjana salieron en dirección a la casa de Laura. Durante el camino Paula le preguntó a la anjana:
- Por cierto, todavia no se tu nombre.
- Oh, es verdad. Mi nombre es Rebeca.
- ¿Rebeca? Bonito nombre.
- Oh, es verdad. Mi nombre es Rebeca.
- ¿Rebeca? Bonito nombre.
Ambas sonrieron.
Casi llegando a la casa de Laura escucharon un grito, ¡Sí! Era su voz!.
- ¡Corre!. Gritó la anjana.
Salieron corriendo en dirección a la casa de Laura, pero cuando llegaron ya era demasiado tarde, la puerta estaba abierta y Laura muerta en el salón. Era como si algo o alguien no quisiese que la anjana recuperase el libro y volviese a su mundo. Tal vez esa persona tuviese el libro. (María Reche)
Pasadas las semanas Rebeca se iba acostumbrando al
lugar en el que estaba. Ella y Paula
seguían buscando cualquier tipo de pista o rastro pero no sabían por dónde
empezar. Paseaban por las calles del
pueblo en busca de alguien que supiese algo pero lo único que les preocupaba
ahora mismo a los ciudadanos del pueblo eran las continuas desapariciones y
asesinatos de personas del lugar.
En una fría noche de invierno Rebeca dormía plácidamente
en la habitación de invitados de la casa de su amiga Paula cuando escuchó un
sonido extraño que provenía de la habitación de su amiga, se levantó temblorosa de la cama y afrontó el
largo y oscuro pasillo. Cuando abrió la puerta no podía creer lo que estaba
viendo. (José Luis Barba)
Era el rostro del mismísimo Satanás observándola fijamente, mientras sonreía con una mirada fija y pálida. El
pasillo parecía acortarse cada vez más quedándose en forma
cuadriculada, mientras este personaje de tez roja, ojos negros como
el carbón, cuernos puntiagudos y unas espeluznantes alas verdes le sonreía.
Rebeca se quedó anonadada y
sintió que empezó a caer en una especie de sueño, pero ella
era de una increíble voluntad, la que le permitió armarse de valor
para alejarse de aquella figura satánica. Así que lanzó un grito que hizo que el Demonio soltara un fuerte
pero agudo chillido y con ello, creando una ráfaga de luz que
teletransportó a Rebeca a una jaula en una especie de almacén,
donde relojes de cuco sonaban eternamente al son de una música
espeluznante. (Manuel Ortiz)
Rebeca se repuso del susto y sintió un
poco de frío, como si se encontrara en el mismísimo Polo Norte. Ella
empezó a observar a su alrededor, intentando encontrar a alguien o
alguna forma de salir de allí.
Se giró para observar el
lugar. De repente, se encontró con un ser que parecía de otro
mundo, pero cuando la vista se le aclaró al fin, pudo reconocerle.
¡Era Papa Noel!. Entonces, empezó a lanzarle un montón
de preguntas.
-¡¿Cómo he llegado aquí?! ¡¿Por
qué estoy aquí?! ¡Respóndeme!
-Tranquilízate Rebeca- le dijo.
-¿Cómo conoces mi nombre?- dijo ella asustada.
-Yo conozco a todos los niños y seres
del universo. Por algo soy Papa Noel- Terminó la frase guiñándole
un ojo.
Ella le comenzó a contar toda su
historia. Todas las cosas del libro, cómo llegó hasta ese gélido
lugar... (Iván Coín)
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