lunes, 26 de noviembre de 2012

El libro mágico

Érase una anjana que tenía un estante de libros como cabecero de cama. Ese cabecero era especial por los libros que en él había y los secretos que ellos guardaban.

El momento que más disfrutaba era cuando se paraba a escoger alguna lectura de entre todas aquellas que tenía en su cabecero, alguna que le proporcionara la distracción  que necesitaba para el día cansado o aburrido que había tenido, o que velara por sus sueños y la trasladase a mundos infinitos y volver a ser niña, volar o refugiarse en su hogar, antes de quedar apaciblemente arropada por las mantas de la noche.

De entre todas las lecturas había un libro muy antiguo, de hojas envejecidas  y harto manoseadas, con las tapas de piel marrón chocolate. Era de entre todos los libros, su favorito. Parecía el mismo libro pero siempre era un libro distinto. A veces la tinta era de color verde, en otras ocasiones, morada. Algunos días contaba cuentos sobre princesas, dragones y príncipes que la rescataban, otros, en cambio, tenía suculentas recetas sobre riquísimos pasteles de fresas con nata. En una ocasión, el libro estaba en blanco, no había ni una sola letra escrita en ninguna  página. Pareciera que el libro tuviese vida propia y según su humor, así se reescribía. Si estaba alegre, podías leer historias divertidas. Si tenía un mal día, llorabas con lo que leías.

Una noche la anjana volvió a leer el libro.

Ese día lo había pasado muy bien. Por la mañana, desayunó tostadas de mermelada que había hecho ella misma, después fue al mercado del barrio donde se encontró con su amiga Lucía y estuvieron hablando un buen rato. Llegó a su casa donde preparó unas patatas con verduras que estaban muy ricas, por la tarde fue a dar un paseo por la playa para tomar el aire. Cuando llegó a su casa, cogió su libro preferido y se puso a leer. El libro ponía lo mismo que había hecho ella en todo el día, se quedó muy sorprendida porque nunca, el libro, le había contado nada parecido.

Desde ese día la anjana decidió llamar al libro “El libro mágico”.

Al día siguiente el libro mágico no cambió, sus palabras eran las mismas que el día anterior. A la anjana le resultó extraño ya que siempre cambiaba sus historias. Tras días de pensar llegó a una conclusión ¡El libro estaba roto! Tenia que buscar la manera de que volviera a cobrar vida.

También su aspecto había cambiado ya no era antiguo ni de hojas envejecidas, con las tapas de piel marrón chocolate, sino un libro normal y corriente de esos que tienes en la estantería muerto de risa porque ya no los lees ni los leerás. (Laura González)

Y así hizo, dejó el libro en la estantería y dijo que no lo leería jamás. Miró todos los libros que tenía para leer otro. Escogió un libro, lo quiso leer, pero su amiga Lucía la llamó para salir a la calle. Ella guardó el libro en su sitio y salió fuera.

Cuando volvió era tarde,  subió a su cuarto, se hizo la cama y miró “El libro mágico”. Vio que se cambió de color y tenía un aspecto horroroso. Lo cogió y lo abrió por la primera página, en ella estaba escrito una historia llamada “El rey de las tinieblas” pasó las primeras páginas en las que aparecían imágenes de un rey que a todo aquel que no respectara sus normas los torturaba hasta la muerte. Después, aparecía un hombre que murió y en ese preciso momento del libro salían gritos, como si la mujer del hombre fallecido llorara por él.

De repente empezó a salir del libro una luz muy densa y una corriente que aspiró a la anjana dentro. En ese mismo momento el libro se cerró y se quedó encima de la cama. (Sebi Pavel)

La anjana se asustó, ella seguía escuchando los llantos de la mujer. Empezó a acercarse a ella  y vio que había un hombre en el suelo, le preguntó qué le había pasado pero ella  no paraba de llorar. 

Poco a poco,  la mujer empezó a tranquilizarse y pudo contarle lo sucedido. Ella pasaba por  la plaza cuando vio que dos hombres armados llevaban arrastrando a su marido que iba sin sentido, gritó  su nombre pero él no respondió, por lo que corrió a su lado llorando. Los hombres  la empujaron y cayó al suelo, en ese momento se dio cuenta de la sangre que brotaba de la frente de su marido. Estaba muerto. (Emma Melián)

La mujer seguía llorando, así que la anjana quiso tranquilizarla. Pasado un tiempo lo consiguió. La anjana le contó que un libro la aspiró y que todo esto era un cuento. La mujer la tomó por una loca, pero ella insistía y le explicó más cosas hasta que la mujer cedió, pero no seguía muy convencida.

La mujer le llevó a su casa, y cuando entraron tomaron un café en el salón, ella seguía triste por lo de su marido, no se lo podía creer aún, pero intentaba aparentar que ya estaba bien. Cuando se tomaron el café, le enseñó su cuarto, y al entrar, la anjana se quedó sorprendida, ¡el cuarto era una réplica del suyo! (Hugo Araujo)

Pensó que si estaba dentro de un cuento, la manera de salir sería con "El libro mágico" y que tal vez ella tuviera uno en su cuarto. Pero cuando fue a coger el libro, no estaba en el cabecero, y se suponía que era donde debería estar.

Le pidió ayuda a la mujer. Llegaron a un acuerdo. Si ella la ayudaba a salir, la anjana cambiaría el final de la historia para que su marido no muriera en el cuento.

Buscaron el libro por toda la casa, pero no había rastro de él. La mujer pensó que tal vez estuviese en la biblioteca. Fueron allí y lo que encontraron fue uno parecido que daba pistas para poder salir de una historia o un mundo paralelo. Las dos lo leyeron detenidamente y descubrieron que necesitarían una llave. (Myriam Hagen)

Así que decidieron salir a buscar la llave. Al primer sitio que fueron fue al parque, al que solía ir la anjana con su amiga Lucía, pero allí no había nada, después se dirigieron a la heladería, tampoco había nada, fueron al herrero, al zapatero, al repartidor de cartas, a todos sitios y nada, preguntaron a todos con los que se encontraron, y seguían sin encontrarla. ¡Era ya desesperante!

Cansadas, agotadas y tristes volvían a casa cuando en la misma acera de la casa de la mujer vieron algo que brillaba en el suelo. La anjana se acercó con curiosidad y resultó que ¡era la llave! Entraron a casa corriendo, emocionadas, subiendo los escalones de dos en dos, pero cuando entraron en la habitación, el libro no estaba. (Andrea Pérez) 

La mujer estaba frustrada, no compredia por qué ya no estaba, pero la anjana que era una mujer bella, muy pálida, de pelo rizado y rubio, ojos verde claro y, sobre todo, una persona muy tranquila, intentó calmar a  la mujer.

En ese momento escucharon la puerta sonar. Se trataba de Laura, una amiga de aquella mujer. Se sentaron  en el salón y le contaron lo sucedido. A la anjana le resultaba familiar el rostro de Laura,  estuvo durante un buen rato intentando recordar de qué la conocía, hasta que cayó en la cuenta, era la misma mujer que le vendió el libro en su mundo... (Miguel Ángel Rodrigo)

Laura que lo sabía todo no quería decirle nada a ninguna de las dos, pero la anjana insitió:

-Laura, yo a ti te conozco, tú fuiste quien me vendió el libro.

Y la mujer se quedó muy sorprendida, ya que su amiga Laura no le había contado nada sobre lo ocurrido antes. Así que Laura respondió:

-Yo sé cómo recuperar el libro y arreglar todo lo que os ha pasado.(Noelia Navarro) 

La anjana sintió una alegría que le recorrió todo el cuerpo, por fin podía saber lo que pasaba y por fin podría volver a casa. La anjana inmediatamente le preguntó a Laura.

- ¿Cómo? ¿Cómo puedo recuperar el libro?
- Tranquila, yo te lo explicaré todo con detenimiento. Pero aquí no puedo siento que nos observan. 


La anjana asustada le dijo:


- ¿Quién nos observa? ¿Por qué lo hace?
- Ven esta noche a mi casa, está en la plaza del pueblo. Paula te guiará.


Y en ese momento Laura se levantó y se fue. Cuando llegó la noche Paula y la anjana salieron en dirección a la casa de Laura. Durante el camino Paula le preguntó a la anjana:
- Por cierto, todavia no se tu nombre.
- Oh, es verdad. Mi nombre es Rebeca.
- ¿Rebeca? Bonito nombre.

Ambas sonrieron.
Casi llegando a la casa de Laura escucharon un grito, ¡Sí! Era su voz!.

- ¡Corre!. Gritó la anjana.

Salieron corriendo en dirección a la casa de Laura, pero cuando llegaron ya era demasiado tarde, la puerta estaba abierta y Laura muerta en el salón. Era como si algo o alguien no quisiese que la anjana recuperase el libro y volviese a su mundo. Tal vez esa persona tuviese el libro.   (María Reche)

Sorprendidas por lo que había ocurrido se quedaron fríamente analizando la situación, pero no había nada que analizar,  Laura había muerto y no sabían ni el por qué ni el quién.


Pasadas las semanas Rebeca se iba acostumbrando al lugar en el que estaba.  Ella y Paula seguían buscando cualquier tipo de pista o rastro pero no sabían por dónde empezar.  Paseaban por las calles del pueblo en busca de alguien que supiese algo pero lo único que les preocupaba ahora mismo a los ciudadanos del pueblo eran las continuas desapariciones y asesinatos de personas del lugar.

En una fría noche de invierno Rebeca dormía plácidamente en la habitación de invitados de la casa de su amiga Paula cuando escuchó un sonido extraño que provenía de la habitación de su amiga,  se levantó temblorosa de la cama y afrontó el largo y oscuro pasillo. Cuando abrió la puerta no podía creer lo que estaba viendo. (José Luis Barba)

Era el rostro del mismísimo Satanás observándola fijamente, mientras sonreía con una mirada fija y pálida. El pasillo parecía acortarse cada vez más quedándose en forma cuadriculada, mientras este personaje de tez roja, ojos negros como el carbón, cuernos puntiagudos y unas espeluznantes alas verdes le sonreía.

Rebeca se quedó anonadada y sintió que empezó a caer en una especie de sueño, pero ella era de una increíble voluntad, la que le permitió armarse de valor para alejarse de aquella figura satánica.  Así que lanzó un grito que hizo que el Demonio soltara un fuerte pero agudo chillido y con ello, creando una ráfaga de luz que teletransportó a Rebeca a una jaula en una especie de almacén, donde relojes de cuco sonaban eternamente al son de una música espeluznante. (Manuel Ortiz)

Rebeca se repuso del susto y sintió un poco de frío, como si se encontrara en el mismísimo Polo Norte. Ella empezó a observar  a su alrededor, intentando encontrar a alguien o alguna forma de salir de allí.

Se giró para observar el lugar. De repente, se encontró con un ser que parecía de otro mundo, pero cuando la vista se le aclaró al fin, pudo reconocerle. ¡Era Papa Noel!. Entonces, empezó a lanzarle un montón de preguntas.

-¡¿Cómo he llegado aquí?! ¡¿Por qué estoy aquí?! ¡Respóndeme!

-Tranquilízate Rebeca- le dijo.

-¿Cómo conoces mi nombre?- dijo ella asustada.

-Yo conozco a todos los niños y seres del universo. Por algo soy Papa Noel- Terminó la frase guiñándole un ojo.

Ella le comenzó a contar toda su historia. Todas las cosas del libro, cómo llegó hasta ese gélido lugar... (Iván Coín)




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